El nacimiento de Andrés Guacurarí es un gran misterio. Si bien se acepta que nació el 30 de noviembre de 1778 en Santo Tomé, estos datos nunca fueron confirmados en términos documentales. Pese a ello, hoy es generalizado el uso de esta fecha y el lugar.
Ya sobre el año el misterio es mayor, ya que pudo haber nacido en cualquier año entre 1775 y 1785. El vínculo con 1778 pudo haberse originado en la intención de vincularlo con la figura de José de San Martín, también nacido en 1778.
Sobre el lugar, todo indica que fue en San Borja, pueblo en donde figura el apellido Guacurarí en los censos de la época jesuita
Nuestro Guaraní Goobernador
Sobre
Andresito como se lo conoce entre quienes lo quieren y lo han convertido en el
máximo prócer de nuestra provincia de Misiones, algunos dicen que nació en San
Borja (ubicada en el actual Estado brasileño de Rio Grande do Sul) y otros en
Santo Tomé, actual Corrientes en una fecha que, presumiblemente, sería el 30 de
noviembre de 1778, unos meses después que su vecino José de San Martín. Su
infancia transcurrió en Santo Tomé donde pudo educarse desarrollar un muy buen
nivel de lectura y escritura y aprender a ejecutar diversos instrumentos
musicales.
Tampoco
está muy claro cuándo conoció a quien sería su padre adoptivo y del corazón y
su jefe político-militar, José Artigas. Aunque seguramente tiene razón uno de
sus principales biógrafos, Jorge F. Machón, cuando afirma que la relación era
ya de larga data al momento de nombrar a su hijo Andrés en 1815 Comandante
general de Misiones, un cargo equivalente al de gobernador. Su primera misión
militar fue recuperar los pueblos misioneros ocupados por los paraguayos.
Lo hace
al mando de su ejército indígena de 500 combatientes armados como pueden, con
lo que tienen que no es mucho y que compensan con coraje y su conocimiento del
terreno palmo a palmo. En poco tiempo recupera Candelaria, Santa Ana, San
Ignacio, Loreto y Corpus.
El
único gobernador indígena de nuestra historia ejerce una conducción humana,
justa y socialmente revolucionaria, recordando y aplicando la máxima artiguista
al anunciar la primera reforma agraria de América “que los más infelices sean
los más privilegiados”. Ante todo abolió la servidumbre en todas sus formas y
repartió tierras a los que las habían perdido a manos de la conquista, el
saqueo, la estafa o todo eso a la vez. Durante su gobierno, se eliminaron del
territorio bajo su jurisdicción todos los símbolos, escudos y emblemas que
pervivían de la colonización española, y recobraron su vigor los cabildos de los
pueblos originarios que tenían una función central en la administración del
territorio fomentando la producción y comercialización de la yerba mate y la
fabricación de pólvora y hasta la instalación de hornos para fabricar puntas de
lanzas.
En
aquel año 1816, se desató sobre la Banda Oriental la devastadora invasión
portuguesa, realizada por 30.000 soldados con el mejor armamento de la
época y bajo el asesoramiento de nuestro viejo conocido, el otrora invasor
inglés William Carr Beresford, contratado por la corte de Río para reorganizar
su ejército. Iban por Artigas y su gente, a poner fin a la experiencia más
democrática y popular de esta parte del mundo, a exterminar de raíz ese “mal
ejemplo” que podía acarrear el riesgo de contagio. El 12 de septiembre de aquel
año el jefe guaraní al mando de 1.000 valientes en varias pelotones cruzo el
río Uruguay por Itaquí. Obtuvo sus primeros triunfos en San Juan Viejo y en
Rincón de la Cruz donde derrotó a 300 portugueses. Esto le permitió avanzar a
Sao Borja y sitiarla el 21 de septiembre. El ejército indígena ya sumaba unas
2.500 voluntades. Andresito demoró quizás demasiado el ataque para no dañar a
la población local ocupada por los lusitanos y esto le dio tiempo al enemigo de
rearmarse y recibir refuerzos y derrotar al ejército popular artiguista.
La
derrota de Andresito y las instigaciones porteñas animaron a los portugueses a
pasar a la ofensiva al mando del brigadier Farancisco das Chagas Santos. Un
primer intento fue abortado por Tiraparé el 19 de enero de 1817 lo que le dio
tiempo a Andresito y sus hombres a replegarse en La Cruz que sería ocupada por
los portugueses tras la retirada de Andresito a la ciudad natal de San Martín,
Yapeyú. Poco después ambos pueblos fueron arrasados y destruidos por los portugueses
que en otros frentes habían destrozado Concepción, Santa María la Mayor, San
Javier y Mártires, Apóstoles, San José y San Carlos. Cuando todo parecía
perdido, Andresito y sus heroicos paisanos se lanzaron a la contraofensiva y
para mediados de año Andresito había logrado recuperar buena parte del
territorio provincial y el milagro de recomponer en parte un ejército de 1.000
hombres que concentró en Apóstoles, San Carlos y San José. Das Chagas fue a su
encuentro con sus mejores 500 hombres. Aquel 2 de julio de 1817 tras varias
horas de combate Andresito y sus jinetes indígenas lograron el repliegue
portugués. Apóstoles fue recuperada. Tras el triunfo de Apóstoles, José Artigas
le pide marchar sobre Corrientes para reponer en su puesto a su aliado el gobernador
Juan Bautista Méndez, derrocado por un golpe apoyado por Buenos Aires dirigido
por José Francisco Vedoya. Su presencia no fue bien recibida por los sectores
latifundistas de la provincia, herederos muchos de ellos de los encomenderos
españoles, quienes se negaron a asistir a una representación en su honor
brindada por “ese indio”. Andresito desairado los obligó al día siguiente a
debutar en estas cosas del trabajo y a limpiar minuciosamente la Plaza.
De
Corrientes Andresito volvió a Misiones y contra todos los pronósticos, pasó a
la ofensiva desde San Nicolás derrotando a Chagas Santos hasta obligarlo a
replegarse a Palmeiras. Los portugueses no tardaron en lanzar una poderosa
contraofensiva y Andresito decidió marchar al encuentro de Artigas pero al
intentar cruzar el Uruguay fue capturado por una patrulla enemiga que lo tomó
prisionero y llevó caminando junto a muchos de sus hombres a Porto Alegre y
luego a la prisión de la Lague. Fue liberado en abril de 1821 pero tras
una riña callejera fue nuevamente encarcelado. Tras un nuevo calvario y un
nuevo sumario aquel hombre que había dicho El derecho es el ídolo y
objeto de los hombres libres por quien se ven empapados en su propia
sangre, poco se sabe sobre su destino y mucho sobre la paciente labor
de quienes siguen tratando infructuosamente de enterrarlo en el olvido para
siempre.
(Felipe Pigna)