EFEMERIDE | Eduardo Galeano: Los Hijos de los días

 Marzo 29 

Aquí hubo una selva 

Milagro en la jungla amazónica: en el año 1967, un gran chorro de petróleo brotó del Lago Agrio. A partir de entonces, la empresa Texaco se sentó a la mesa, servilleta al cuello y tenedor en mano, se hartó de engullir petróleo y gas durante un cuarto de siglo, y cagó sobre la selva ecuatoriana setenta y siete mil millones de litros de veneno. Los indígenas no conocían la palabra contaminación. La aprendieron cuando los peces morían panza arriba en los ríos, las lagunas se volvían saladas, se secaban los árboles de las orillas, los animales huían, la tierra y a no daba frutos y la gente nacía enferma. Varios presidentes de Ecuador, todos ellos a salvo de cualquier sospecha, colaboraron en la tarea, que fue desinteresadamente aplaudida por los publicistas que la exaltaron, los periodistas que la decoraron, los abogados que la defendieron, los expertos que la justificaron y los científicos que la absolvieron.