Los docentes correntinos nos sentimos manoseados, discriminados y huérfanos.
Durante todo el ciclo lectivo 2020, en la peor etapa de la pandemia, la escuela se fue a la virtualidad. Todos. Desde nuestros hogares y, sin horarios, trabajamos a destajo para aprender y entender la nueva modalidad virtual. Nos endeudamos con créditos del Estado para mejorar nuestra tecnología hogareña o adquirir el primer equipo.
Decidieron, además, sobre los contenidos que debíamos desarrollar. Específicamente los núcleos de aprendizaje prioritarios de cada asignatura.
Nadie, ni directivos ni miembros del Ministerio nos consultaron sobre cómo se desarrollarían las clases virtuales desde colegios que no tenían la tecnología para hacerlo. Nadie nos informó de la modalidad de trabajos prácticos ni su utilidad como herramienta de evaluación. Es cierto, todos estábamos aprendiendo. Pero, nadie nos consultó para su implementación. De la misma manera con la evaluación integradora final. Otro parche para el parche.
Como todos sabemos, -Ministerio, padres, tutores, alumnos, colegas- el sistema de evaluación fracasó y todos pasaron de año. Aún los que no presentaron ningún trabajo práctico, no hicieron la integradora final y desaparecieron del sistema virtual. Por supuesto, un bache terrible en la continuidad pedagógica de todas las asignaturas.
Comenzamos el ciclo lectivo 2021 con la bimodalidad, presencial y virtual, respetando los protocolos y volviendo al aula que es el lugar de la enseñanza-aprendizaje ideal. Cada escuela lo implementó en base a la cantidad de alumnos por curso que tenía y sus características de infraestructura propias.
Los docentes nos encontramos con el bache que, sabíamos, existía. Ya que desde la virtualidad no se puede estar el 100% seguros de quién realizó realmente los trabajos prácticos ni la integradora. Los pudo hacer cualquiera, no el alumno propiamente dicho y no había forma de demostrarlo, salvo las copias burdas que sí fueron rechazadas.
Nuevamente, decidieron sobre los contenidos a desarrollar en el presente ciclo y nos pidieron que, bajemos un poco el nivel, debido al bache. Muchas de estas cosas fueron dichas o bajadas a los docentes por los jefes de departamento en forma oral, de palabra. No podía quedar por escrito que se había perdido un año entero de contenidos y, ahora, debíamos nivelar para abajo para no expulsar a los alumnos del sistema. Lo hicimos. Con bronca e impotencia.
Empezamos la presencialidad y nos encontramos, de repente, que nos volvían a pedir trabajos prácticos virtuales para evaluar con el mismo sistema que había fracasado el año anterior en la virtualidad ¿y para qué la presencialidad, entonces? Lo hicimos. Con mucha más bronca y con menos paciencia. El proceso de enseñanza aprendizaje se desarrolla en el aula para que, los docentes y alumnos interactuando, cara a cara, puedan establecer el vínculo que se había roto con la pandemia y, sin embargo, seguíamos evaluándolos en la virtualidad. Obviamente, aquellos que podían usufructuar el sistema, se aislaron. La deducción era sencilla, si el año anterior pasaron sin hacer nada por sí mismos y sin aprender, ahora, con la posibilidad abierta “papita pal loro”. Los docentes bien, gracias.
La semana pasada, ante los rumores de la vuelta a la presencialidad total, con números altos de positividad, los directivos reaccionaron, algunos, y se opusieron, demostrando la imposibilidad física de recibir al 100% cumpliendo los protocolos. Los supervisores, muchos patoterilmente, bajaron a presionar a los directivos y se chocaron con la realidad institucional. Era potencialmente peligroso y se votaba el fin de semana. Nuevamente, los docentes somos de palo. No nos consultaron ni avisaron y los directivos, tampoco.
Sin embargo, ante la inminencia de las elecciones provinciales, cedieron y se pactó un regreso paulatino, de acuerdo a la matrícula e infraestructura institucional. Esta semana empezamos con el 50% de cada curso, un avance importantísimo. Aumentamos el número de alumnos y eso nos brindaba la posibilidad de evaluar áulicamente, el proceso de los chicos.
¡Ohhhh! Sorpresa, nos dijeron que continuábamos con los trabajos prácticos virtuales para todos: virtuales y presenciales.
Entonces, ¿para qué aumentar la presencialidad si los vamos a seguir evaluando en la virtualidad? A los docentes no nos preguntaron.
Ayer llegó a los establecimientos escolares la circular en la que se comunicaba que a partir de hoy, 1 de septiembre, se debía volver a la presencialidad total por ciclo y nivel. Así, una orden. Borrando con el codo lo que habían propuesto la semana anterior y dejando, a muchos directivos, como blanco del descontento e incertidumbre generalizados. Y, sin darles ninguna posibilidad de negociar con su comunidad educativa la forma del regreso ni tampoco la paulatinidad. El 100%, mañana. El caos.
Algunos directivos, se plantaron. Otros, obsecuentes y sin empatía, obedecieron. A los docentes, no nos consultaron.
Ayer, a las 17:30, convocaron a los gremios docentes (que no representan a nadie) para consensuar una medida ya tomada y promulgada. A los docentes, no nos convocaron. Esto es absurdo, como docente y adulta siento que me están tomando el pelo. Discutir sobre lo ya promulgado ¿cómo se entiende?
Los docentes estamos en el aula. Los docentes somos los que ponemos la cara frente a los tutores. Los que nos matamos corrigiendo trabajos que hace una maestra particular o quién sabe quién. Los docentes somos los que nos fundimos la vista ante una computadora planificando, cambiando, buscando bibliografía digitalizada, entre otras cosas. Y, a nosotros, no nos consultaron.
La presencialidad es indiscutible. Es la mejor forma de aprender y enseñar. Los tiempos de la pandemia y la vacunación de los alumnos y parte del personal está incompleta. Con el aumento del 50% estábamos mejorando un montón. Teniendo en cuenta que faltan menos de tres meses para que termine el ciclo.
Las improvisaciones cansan. Las imposiciones, sin consulta previa, molestan. Las incongruencias y las idas y vueltas, confunden y producen mal humor general.
Podría hacer de esto, un testamento. Pero, sólo voy a terminar con una reflexión final: El sistema educativo está basado en el docente y el alumno, en el aula. Estamos en el aula. Salimos en primera, como corresponde, y fuimos subiendo la velocidad, en la medida de lo posible y deseable. Estamos yendo a velocidad crucero y bien. ¿Cuál es la necesidad de entrar a competir en Fórmula 1? Sí, todos, sabemos que competimos con un “fitito”. Los docentes somos de palo.
(Época)