GENERO | Violación grupal de Palermo: La víctima contó lo ocurrido a la justicia y otra joven denuncia que uno de los detenidos también abusó de ella
Los investigadores analizan los videos para determinar el rol que le cupo a cada uno de los detenidos. Especialistas y la propia Ministra de Mujeres y Género reflexionan en torno a los "mandatos de la masculinidad" y cómo poner límites a la impunidad de los atacantes.
“Recuperar las calles” será la consigna del colectivo Ni Una Menos, que
llamó a un nuevo paro y movilización al Congreso el próximo 8 de marzo, tras
dos años sin manifestaciones públicas por la pandemia de coronavirus. La
convocatoria se difundió luego de que se hiciera público otro caso de violencia
machista: la violación grupal a una joven en Palermo. La víctima de 20 años,
que fue violada por seis jóvenes dentro de un auto estacionado en Serrano al
1.300, declaró ante la Justicia y pudo realizar un relato sobre los hechos, a
pesar de que aún continúa muy conmocionada. La declaración fue ante el juez
Marcos Fernández, a cargo del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional
21. La joven estuvo acompañada por el personal de la Dirección General de
Acompañamiento, Orientación y Protección de las Víctimas (Dovic). Los
investigadores están analizando nueve filmaciones de cámaras de seguridad
particulares y municipales que les permitirá reconstruir, paso a paso, cómo fue
la secuencia del ataque y así determinar qué rol tuvo cada uno de los seis
imputados: Pascual Ramos (23), Tomás Domínguez (21), Lautaro Pasotti (24),
Ignacio Retondo (22), Alexis Cuzzoni (20) y Franco Lykan (24).
Un límite a la impunidad
“La indignación y la rabia nos inunda porque el crimen de la violación
colectiva pone en evidencia una escena de impunidad”, dice Luci Cavallero,
integrante del colectivo Ni Una Menos, a Página/12. “Los detalles que se
repiten de que fue a plena luz del día, en un barrio muy transitado, no hacen
más que subrayar eso: que parece no haber límite para el sentimiento de
impunidad. El límite lo pusieron lxs vecinxs, que no se hicieron lxs
distraidxs, que no miraron para otro lado, mostrando una alerta social contra
esa misma omnipotencia e impunidad”. Cavallero, doctora en Ciencias Sociales e
investigadora de la Universidad de Buenos Aires, advierte que la discusión
colectiva “toma muchas vías” porque no es algo sencillo. “Por un lado, hay que
repudiar y desarmar los mandatos de masculinidad que hacen del sometimiento y
el abuso su regla de validación. Por otro, debemos hacernos cargo que las
formas de crueldad naturalizadas son relaciones de poder y no solo formas
culturales -analiza la integrante del colectivo Ni Una Menos-. Es prioridad
reforzar la Educación Sexual Integral en las escuelas, seguir impulsando la
fuerza feminista para cuestionar estas formas de masculinidad y desarmar esas
relaciones de poder. Y por supuesto es clave que se haga justicia y que la
víctima no sea revictimizada. Pero no podemos restringir nuestra idea de
reparación a la justicia penal”.
Paso a paso
En uno de los videos de una cámara de seguridad del bar Diggs, ubicado en
la calle Serrano el 1.500, se observa a la joven junto a uno de los acusados,
presuntamente identificado por los investigadores como Ángel Ramos, quien
vestía una remera gris y una gorra verde. En esa secuencia, compuesta por tres
videos de diversas cámaras del comercio, la víctima caminaba con dificultad.
Otro de los videos registra el momento en que la víctima y algunos de los
imputados se sientan a una mesa ubicada en un kiosko de la misma cuadra y cómo
uno de los jóvenes abusa de la víctima. “La chica ingresó con el chico vestido
todo de negro (Cuzzoni). Compraron unas cervezas y empezaron a consumirlas.
Luego llegaron los otros muchachos. Se la veía a la chica fuera de sí, pero no
me imaginé que iba a pasar algo como esto”, sostuvo Jonatan, dueño del kiosco,
quien contó que luego de que rompieran una mesa les pidió que se retiraran del
lugar. “La chica no estaba para nada bien. Hablé con ella porque me pidió pasar
al baño y se le patinaban las letras y se tambaleaba. Ellos estaban en
perfectas condiciones. Estuvieron cerca de una hora”, confirmó el dueño del
kiosko y agregó que para él “no fue algo que se dio casualmente”. Otro de los
videos es una de las primeras filmaciones realizada por un vecino del barrio de
Palermo que captó el momento exacto en que los imputados fueron increpados por
la dueña de la panadería y su marido, quienes llamaron al 911 para alertar de
la situación, y lograron rescatar a la joven, que pudo salir del automóvil
Volkswagen Gol.
Otra víctima, otra denuncia
Giuliana, una joven que ahora tiene 21 años, denunció que también fue
víctima de uno de los involucrados en la violación grupal en Palermo. En
declaraciones televisivas, Giuliana dijo que Ignacio Retondo abusó sexualmente
de ella cuando era una adolescente. “No lo pude hablar por muchos años por el
mandato social de que la mujer tiene la culpa”, confesó. “Cuando tenía 14,
Ignacio Retondo abusó de mí. Fue sin consentimiento y yo pidiéndole por favor
que no lo haga, ya que no quería y estaba lleno de gente. Algunos amigos de él
lo cubrieron. No recuerdo sus nombres, pero en su momento pensé que el problema
era yo, ya que me ‘hacía la linda’. Años después me di cuenta de que fue un
abuso”. Giuliana presentó la denuncia en las últimas horas en la Comisaría de
la Mujer y la Familia de Vicente López. Fuentes policiales y judiciales
confirmaron a la agencia de noticias Télam que la denuncia ya fue remitida a la
Oficina Fiscal del Fuero Penal y Juvenil de San Isidro, a cargo de la fiscal Silvia
Gremes, porque el acusado, en el momento del episodio, tenía 15 años.
Giuliana explicó por qué decidió expresarse públicamente. “Vi la noticia y
me sorprendió que hayan sido seis y la manera en la que pasó. Pensé en lo que
esta chica debe estar sufriendo por todo lo sucedido. Me partió al medio y
decidí no callar más y levantar la voz, hablar un poco y tratar de darle una
mano a esta chica. Quiero que sepa que tiene mi apoyo y el de un montón de
personas que van a estar con ella”, subrayó la joven, quien conoció a Retondo
cuando tenía 12 años en el Club Vecinal de Munro. “En un momento fuimos a una
joda, a un cumpleaños de una persona en común acá en Munro, a fines de 2015. Yo
tenía 14 años. Estábamos en el evento y en un momento él me agarra; nos ponemos
a hablar –él, ya sabiendo que me parecía lindo-- y me agarra del brazo y me
quiere tocar. Lo hace y yo intento separarme y me voy”, recordó Giuliana. “Yo,
con 14 años, como mucho quería un beso de él, algo más normal para mi edad. Fue
terrible para mí porque no lo pude hablar por el mandato social de que la mujer
tiene la culpa porque provoca con el short o la pollera. Me callé muchísimos
años y mi familia se enteró de esto hace dos días, cuando les comenté para
cerrar esta etapa y para apoyar a esta chica necesitaba denunciarlo”. Giuliana
no quiere que los seis jóvenes estén presos 4, 5 o 6 años. “Quiero que tengan
una condena larga, una cadena perpetua, porque un violador para mí va a serlo
siempre”.
La matriz de la violencia
La ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta,
precisó que los detenidos por la violación grupal en Palermo no son “una
bestia” ni una “manada”, sino “tu hermano, tu vecino, tu papá, tu hijo, tu
amigo, tu compañero de trabajo”. “No es una bestia, no es un animal, no es una
manada ni sus instintos son irrefrenables. Ninguno de los hechos que nos
horrorizan son aislados. Todos y cada uno responden a la misma matriz
cultural”, aseguró la ministra en una serie de tuits publicados en su cuenta
personal. En declaraciones a Radio Nacional, Gómez Alcorta reiteró que “la
brutalidad y la impunidad con la que este hecho sucedió en un lugar tan
concurrido a plena luz del día lo que hace es marcar una radiografía del ADN de
nuestra sociedad”.
Las agresiones machistas son prácticas que fueron “aprendidas”, definió la
ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad. “Así como nosotras aprendemos a
cuidarnos y a saber cuáles son los riesgos, los varones también aprenden
ciertas prácticas: la práctica de que nuestros cuerpos, nuestra vida, no tienen
valor”, comparó la ministra. Entre los varones opera una “lógica corporativa”
según la cual “quizás algún varón puede sentir que está mal, pero tiene costo
decirlo y salirse de lo corporativo, de la cofradía: ese es el modo en que socializa”.
Para Gómez Alcorta “lo que falta es cambiar la matriz de la sociedad” y en otro
tramo del hilo de mensajes publicados en Twitter, la ministra añadió: “Estamos
convencidas de que otra realidad es posible. Las mujeres y LGBTI+ lo sabemos
porque hemos desarrollado estrategias para sobrevivir en un entorno que siempre
nos fue hostil. Tejemos redes porque aprendimos que, si tocan a una, nos tocan
a todas”. La funcionaria convocó a los varones para erradicar la violencia de
género: “Ahora necesitamos que los varones sean parte de la lucha que nos lleve
a transformar lo que deba ser transformado para que todas, todes y todos
vivamos, de una vez por todas, en una Argentina libre de violencias”.
El violador como moralizador
En declaraciones a la AM750, la ministra de las Mujeres, Políticas de
Género y Diversidad de la provincia de Buenos Aires, Estela Díaz, destacó que
“a los acusados, debe caerles todo el peso de la ley”. Para la funcionara
bonaerense la comunidad debe dar un debate “serio y profundo” en torno a los
abusos y la violencia de género. “Hay que discutir las masculinidades”, subrayó
Díaz y afirmó que en los últimos años los colectivos de mujeres y de diversidad
sexual han generado múltiples espacios de debate y reflexión para avanzar con
cambios sociales, pero que en los hombres aún perdura una resistencia a la
deconstrucción.
En Radio con vos, la antropóloga Rita Segato reflexionó sobre la violación
grupal a partir de la idea de un mandato de masculinidad como un título que
tiene que adquirirse, una fratria que tiene una estructura corporativa que
lleva a una gran obediencia entre los hombres. “Hay una confusión muy grande
porque el violador no es un desviado; es un moralizador, o sea alguien que le
está enseñando a la mujer a ocupar el lugar que le corresponde, que es el lugar
de subordinación y disponibilidad de su cuerpo”, planteó la autora de La guerra
contra las mujeres. “Mostrar, agredir y violar es una característica de la
debilidad masculina y no de su fuerza; en el fondo de su corazón, ellos saben
que están violando para mostrar que serán capaces de pertenecer a la
organización corporativa que llamamos masculinidad y que así tienen que
comportarse para ser hombres. Esos muchachos están ahí violando para no caer
fuera del estatus masculino”, concluyó Segato.
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