EFEMERIDE | Eduardo Galeano: Los hijos de los dias

 Agosto

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Los querientes

Esta historia empezó cuando los dioses, envidiosos de la pasión humana, castigaron a Zin Nu, la tejedora, y a su amante de nombre olvidado. Los dioses les cortaron el abrazo, que había hecho uno de dos, y los condenaron a la soledad. Desde entonces, ellos viven separados por la Vía Láctea, el gran río celeste, que les prohíbe el paso.

Pero una vez al año, y durante una sola noche, la séptima noche de la séptima luna, pueden encontrarse los desencontrados.

Las urracas ay udan. Uniendo sus alas, ellas tienden el puente en la noche del encuentro.

Las tejedoras, las bordadoras y las costureras de toda China ruegan que no llueva.

Si no llueve, la tejedora Zin Nu emprende el camino. La ropa que viste, y que pronto desvestirá, es obra de la maestría de sus manos.

Pero si llueve, las urracas no acuden, en el cielo no hay puente que una a los desunidos y en la tierra no hay fiesta que celebre las artes del amor y de la aguja.