EFEMERIDE | Eduardo Galeano: Los hijos de los dias

Octubre

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Los científicos no lo tomaban en serio. Antonie van Leeuwenhoek no hablaba latín, ni tenía estudios, y sus descubrimientos eran frutos de la casualidad.

Antonie empezó ensay ando combinaciones de lupas, para ver mejor la trama de los tejidos que vendía, y de lupa en lupa inventó un microscopio de quinientos lentes capaz de ver, en una gota de agua, una multitud de bichitos que corrían a toda velocidad.

Este mercader de telas descubrió, entre otras trivialidades, los glóbulos rojos, las bacterias, los espermatozoides, las levaduras, el ciclo vital de las hormigas, la vida sexual de las pulgas y la anatomía de los aguijones de las abejas.

En la misma ciudad, en Delft, habían nacido, en el mismo mes del año 1632, Antonie y Vermeer, el artista pintor. Y en la misma ciudad se dedicaron a ver lo invisible. Vermeer perseguía la luz que en las sombras se escondía, y Antonie espiaba los secretos de nuestros más diminutos parientes en el reino de este mundo.