EFEMERIDE | Eduardo Galeano: Los hijos de los dias

 Marzo

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Fue

Elisa Ly nch estaba cavando la tumba con las uñas.

Los soldados vencedores, atónitos, la dejaban hacer.

Los zarpazos de esta mujer alzaban nubes de polvo rojo y sacudían la rojiza melena que le llovía sobre la cara.

Solano López y acía a su lado.

Ella, mutilada de él, no lo lloraba, no lo miraba: le iba arrojando tierra encima, inútiles manotazos que querían enterrarlo en la tierra que había sido su tierra.

Él y a no era, y el Paraguay y a no era.

Cinco años había durado la guerra.

Había caído, asesinado, el único país latinoamericano que negaba obediencia a los banqueros y a los mercaderes.

Y mientras Elisa seguía echando puñados de tierra sobre el hombre que había sido su hombre, el sol se iba, y con el sol se iba este maldito día del año 1870.

Desde la fronda del cerro Corá, unos pocos pájaros le decían adiós.