Marzo
1
Fue
Elisa Ly nch estaba cavando la tumba con las uñas.
Los soldados vencedores, atónitos, la dejaban hacer.
Los zarpazos de esta mujer alzaban nubes de polvo rojo y sacudían la rojiza melena que le llovía sobre la cara.
Solano López y acía a su lado.
Ella, mutilada de él, no lo lloraba, no lo miraba: le iba arrojando tierra encima, inútiles manotazos que querían enterrarlo en la tierra que había sido su tierra.
Él y a no era, y el Paraguay y a no era.
Cinco años había durado la guerra.
Había caído, asesinado, el único país latinoamericano que negaba obediencia a los banqueros y a los mercaderes.
Y mientras Elisa seguía echando puñados de tierra sobre el hombre que había sido su hombre, el sol se iba, y con el sol se iba este maldito día del año 1870.
Desde la fronda del cerro Corá, unos pocos pájaros le decían adiós.