LA INCIDENCIA DEL ASISTENCIALISMO ESTATAL | Sin la ayuda de planes sociales, la tasa de pobreza llegaría al 50% de la población

El Observatorio de la Deuda Social de la UCA indica que el 43,1% vive en la pobreza y aumentaría casi siete puntos sin la asistencia.


La radiografía de los últimos seis años muestra un doloroso crecimiento de la pobreza y la indigencia en la Argentina, con pico en el año de irrupción de la pandemia: de un 28,5% de la población pobre en 2017 se pasó a un 43,1% en 2022, luego de alcanzar una tasa de 44,7% en 2020. Este porcentaje incluye las tasas de pobreza e indigencia. Pero los especialistas advierten que ese porcentaje de pobreza ascendería a 50% -la mitad de la población- si los hogares no contaran con la asistencia de los programas sociales (AUH, Programa Alimentar, asignaciones no contributivas, entre otros).

Del trabajo del Observatorio de la Deuda Social de la UCA se desprende que la tasa de pobreza aumentaría unos 6,9 puntos porcentuales sin la ayuda de los planes de asistencia social. En la prepandemia -los años 2017 y 2018- esa diferencia entre la tasa de pobreza y la tasa de pobreza (simulada) sin planes de ayuda era de entre 2,5 y 4 puntos porcentuales.
"Hay una tendencia alcista de la indigencia y la pobreza entre 2017 y 2019, que luego se acentúa en 2020. En los años pospandemia, la tendencia es descendente en las líneas de indigencia, mientras que en la tasa de pobreza hubo una caída en la pospandemia inmediata y una vuelta a la tendencia ascendente entre 2021 y 2022", destacaron.
El porcentaje de indigencia -hogares cuyos ingresos no les permiten acceder a la canasta básica alimentaria- pasó de 5,7% de la población en 2017 a 9,9% en 2020 y luego bajó a 8,1% en 2022. Sin ayuda social, ese porcentaje subiría 11,5 puntos porcentuales y alcanzaría al 19,6% de la población, según los datos analizados.
En tanto, el porcentaje de pobreza -hogares por debajo del ingreso necesario para acceder a la canasta básica de bienes y servicios- pasó de 22,5% en 2017 a 35% en 2022. "Actualmente, son las estrategias familiares que adoptan los hogares para la obtención de recursos (con un mayor esfuerzo productivo y el incremento de la cobertura de la política pública) y no la calidad de los empleos, ni la evolución de las remuneraciones y prestaciones en términos reales, los factores que logran atenuar, o incluso revertir, la tendencia creciente de la indigencia y pobreza por ingresos", destacaron.
La cobertura social que hoy reciben los sectores de menores ingresos abarca al 51,7% de la población y al 40,4% de los hogares.
También advirtieron que los nuevos pobres pre y pospandemia provienen de las clases medias tradicionales no profesionales. Desde 2010, luego de cada una de las micro o grandes crisis económicas, hubo una recuperación, pero fue insuficiente para recuperar la inclusión de los segmentos medios tradicionales.
"Hay una clase media que no tiene esos niveles de formación profesional y técnica más avanzada, que tiene su pequeño comercio o trabajan como asalariados en una empresa mediana o pequeña y son los que más experimentan la caídas de las crisis y los que menos están recibiendo de las recuperaciones en términos de mejoras salariales", destacó Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social Argentina.
"La inflación afecta más a quienes tienen ingresos fijos o de mediana calificación en un mercado muy competitivo con remuneraciones a la baja. Que tampoco cuentan con los programas sociales que atienden a los segmentos más pobres que ellos y no tienen las estrategias y mecanismos culturales para reconvertirse a través de formas de trabajo cooperativo o familiar. Son segmentos que tienen preconfigurado el modelo del trabajador asalariado profesional o del trabajador de oficio que formó parte de una clase media importante en la Argentina", agregó Salvia.

INSEGURIDAD ALIMENTARIA
Otros datos analizados por el informe de la UCA fueron la inseguridad alimentaria, definida como la reducción de la porción de comida por razones involuntarias o las experiencias frecuentes de hambre, que pueden ser severas o moderadas. La inseguridad alimentaria abarcó a un 23,3% de la población en 2022. Pero se observó un descenso en los sectores que viven en barrios populares por el aumento de políticas públicas (comedores o Programa Alimentar) en esas zonas frente a un crecimiento en otros sectores de ingresos bajos.
"Se incrementó de manera sostenida la inseguridad alimentaria, con una recomposición parcial que no llega a los niveles de 2019", explicaron. Los ingresos de la población con problemas de inseguridad alimentaria se componen en un 57,4% por ingresos laborales, un 25,9% por programas sociales o pensiones y un 16,6% por otros ingresos no laborales.





(Norte)