El equipo de Scaloni se impuso con una genialidad de su capitán sobre el final y, una vez más, hizo sonreír al país en medio de tantas desazones.
Los campeones del mundo y Lionel Messi volvieron a darle otra alegría al
país de los argentinos. Tampoco habría que sobrevalorarla. Con un golazo de
tiro libre de Lionel Messi a los 33 minutos del segundo tiempo, se le ganó
trabajosamente 1 a 0 a Ecuador por la primera fecha de las Eliminatorias
Sudamericanas rumbo al Mundial 2026. Y queda todavía un largo camino de dos
años y 17 partidos por recorrer.
Pero en tiempos en los que no abundan las buenas noticias y mucho menos los
motivos de auténtica felicidad colectiva, de nuevo la Selección Argentina y
Messi regalaron otra noche de emociones
futboleras. En medio de un estadio Monumental con 85 mil espectadores a los que
no les importó el precio elevadísimo de las entradas ni el viento fresco y
arremolinado, la inflación y la previa electoral de la política quedaron
momentáneamente de lado. Lo hicieron posible otra vez Messi y sus compañeros y
todo lo que implica el fútbol para nosotros.
Cuando Messi tomó la pelota para ejecutar ese tiro libre afuera del área
ecuatoriana, todo el Monumental hizo silencio. La multitud intuyó que algo muy
importante podía suceder y que el 0 a 0 podía llegar romperse. Y la corazonada
estuvo acertada. El capitán argentino acarició la pelota con su zurda
aterciopelada y el remate bajó de pronto junto al palo derecho dejándolo parado
a Hernán Galíndez, el arquero argentino de la Selección de Ecuador. No fue la
noche más inspirada de Messi. Pero bastó con una pincelada de su genio para
definir un trámite cerrado y complicado. Si Cuti Romero fue el mejor jugador
argentino, la gran figura de la noche, Messi volvió a ser el más determinante.
El que todo lo puede.
La oleada de afecto fue imparable. Porque aquella remanida frase de
"el equipo del pueblo", tantas veces dicha hasta vaciarla de su
contenido, ha tomado significado real en esta Selección que capitanea el astro
rosarino y dirige Lionel Scaloni. La gesta imborrable del Mundial de Qatar ha
potenciado aún más un vínculo de amor que empezó forjarse en la Copa América
ganada a Brasil en Brasil en medio de la pandemia en 2021. Y que en diciembre
pasado asombró al mundo. No sólo es la onda expansiva de admiración que provoca
Messi cada vez que toca una pelota. O las atajadas del Dibu Martínez, el
corazón de Rodrigo de Paul o los quites de Cuti Romero.
La sensibilidad de la gente detectó que se da una química infrecuente. Que
antes que un equipo de fútbol, la Selección Argentina es una banda de amigos de
esos que nunca deja de a pie. Y que más allá de su hiperprofesionalismo, ha
dejado los egos de lado y da la vida por los colores argentinos a los que se
entrega con un compromiso y una pasión que los hinchas saben reconocer. Podrá
jugar mejor o peor. Pero siempre el todo siempre es más importante que
cualquiera de sus partes.
Tal vez sea por eso que a la Selección la sigue un público más amplio que
el que acompaña a los equipos del campeonato local. Muchos chicas y muchachos
jovenes, muchos chicos, muchas mujeres, en suma mucha familia ocupó desde
temprano las tribunas del Monumental. Todos deben haber hecho un gran esfuerzo
para pagar los 19 mil pesos que cotizaban las populares. O los 39 mil que
costaban las plateas en las cabeceras Sívori y Centenario y las laterales San
Martín y Belgrano altas (donde se verificaron algunas butacas vacías). Los que
pusieron 89 mil por ver el partido cómodamente instalados en la San Martín y
Belgrano media llegaron con mayor holgura. En todo caso, mas allá de las quejas
por semejantes valores, el estadio estuvo casi repleto y nadie escatimó aliento
y pasión.
El partido en si no tuvo el ánimo festivo de los amistosos de marzo. Claro,
una cosa fue celebrar el título del mundo ante rivales tan pobres como Panamá y
Curazao y otra muy diferente, jugar por los primeros puntos ante Ecuador que
complicó a la Argentina con su orden y con su buen manejo de la pelota, pero
sin ninguna peligrosidad. En el primer tiempo, la Selección no anduvo bien con
el balón (hasta Messi se equivocó en algunos pases), cayó en hondos pozos de
intrascendencia, no tuvo individualidades de relieve y no encontró por donde
entrarle a su rival.
Pero en el segundo tiempo, empujado desde el fondo por "Cuti"
Romero y por Rodrigo De Paul desde el medio, la Selección recuperó control y
presión. Aunque se expuso a los contraataques ecuatorianos. Quería abrir el
marcador, pero no podía. Se estrellaba con el muro amarillo. Hasta que a los 32
minutos del segundo tiempo, hubo un tiro libre, Messi acarició la pelota con su
zurda y ya no hubo más nada. La gente se olvidó de la inflación, el dolar y la
política, dejó de lado las preocupaciones de cada día e hizo lo que tenía que
hacer. Gritó el gol y celebró una victoria que se hizo esperar. Otra alegría de
Selección.
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