Las elecciones
primarias en medio de la pandemia se convirtieron en un fuerte llamado de
atención para el oficialismo. Juntos por el Cambio quedó adelante en buena
parte del país, incluida la decisiva provincia de Buenos Aires. El Gobierno
aseguró que “escucharán al pueblo” y enfrenta una escarpada cuesta para
repuntar en noviembre.
Se votó con
normalidad y un nivel aceptable de participación considerando las
circunstancias sanitarias. Se cumplieron los protocolos de cuidado, la
ciudadanía se adaptó a demoras e incomodidades. Fue una jornada serena, sin
incidentes dignos de mención. El resultado se empezó a conocer a las 21.30 con
escrutinios avanzados, en soportes accesibles y fáciles para leer. El sistema
electoral funcionó muy bien, algo que suele acontecer pero siempre es buena
nueva.
Los resultados
sorprendieron, dejaron pagando predicciones y provocaron un papelón de las
bocas de urna. Se votó en 24 provincias. De cajón que el mapa arroja
disparidades, color local, variaciones. Pero el conjunto emitió un veredicto
rotundo, general. Se trata de Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias
(PASO): los senadores y diputados que entrarán al Congreso se elegirán en
noviembre. Es innegable, de todas maneras, que los guarismos demarcaron un
escenario muy adverso para el Gobierno nacional. Tanto si se mide en la suma
total de votos, cuanto en las provincias que ganó cada fuerza, como en las
perspectivas para las Cámaras si se repitieran las tendencias concretadas ayer.
Juntos por el
Cambio (JxC) se impuso con amplitud en las cuatro provincias con más votantes y
bancas: Buenos Aires, Ciudad Autónoma (CABA), Córdoba y Santa Fe.
Primó en muchas
de las que renovarán senadores: Córdoba y Mendoza, que eran fija. Santa Fe, que
era accesible. Chubut que se suponía disputada. Y La Pampa en la que el FdT era
favorito. Si se mantuviera ese cuadro en noviembre, el oficialismo perdería el
quórum propio en Senadores, una hipótesis no juzgada imposible días atrás pero
sí muy improbable.
Tucumán y
Catamarca confirmaron la tradicional primacía peronista, quedaron como
excepción entre las que renuevan senadores y dentro del panorama general.
Juntos por el
Cambio (JpC) fue la coalición vencedora por alrededor de cinco puntos en el
total nacional. No se consignan porcentajes exactos en esta nota porque a su
cierre faltaban escrutar mesas. Mañana se desbrozarán.
Dentro de sus
internas se consolidó el Jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta.
Había desplazado al expresidente Mauricio Macri del armado de listas. Consiguió
que sus candidatos María Eugenia Vidal y Diego Santilli batieran a sus rivales
internos en la CABA y en Buenos Aires. Sus mudanzas salieron bien. Santilli
batió con holgura a Victoria Tolosa Paz. Su éxito fue el mayor batacazo en una
jornada asombrosa.
Vidal, sumada a
Ricardo López Murphy, quedó cerca del cincuenta por ciento que casi siempre
rasguña su fuerza en la CABA. Habrá que ver si Javier Milei consigue pelearle
votos “por derecha” en las nacionales. Sin meterse en el barro de los
pronósticos prematuros, insinuemos: los precedentes históricos indican que
ganar fomenta adhesiones, que la victoria imanta. En los próximos meses la
principal coalición opositora puede alardear de ser la abanderada del “voto
útil anti K”.
Nadie gana en las
vísperas. Cenarse el almuerzo sabe ser indigesto. A dos años vista es casi
ridículo hacer presagios en la Argentina. Está fresco y es aleccionador lo
sucedido entre la victoria cambiemita en 2017 y las presidenciales que ganó
Alberto Fernández en 2019. Planteadas esas salvedades cabe señalar que JxC
quedó en pole position para hacer una buena elección en noviembre, conservar o
ampliar sus bancas en Diputados, mejorar su dotación en el Senado. Y que
Rodríguez Larreta avanzó dos casilleros en su ambición de ser presidenciable en
2023.
En las internas
del FdT los candidatos del gobernador santafesino Omar Perotti superaron a la
lista encabezada por el exministro Agustín Rossi y la vicegobernadora Alejandra
Rodenas. Perotti fue aliado con la casa Rosada, sus candidatos deberán remontar
una dura cuesta si quieren revertir el éxito cambiemita en la provincia.
En Tucumán, las
listas comandadas por el gobernador Juan Manzur batieron a las del vicegobernador
Osvaldo Jaldo. Motivo para alegrar al peronismo provincial; rondó la mitad de
los votos y obtuvo una distancia buena
respecto de los cambiemitas. Motivo para pensar y ajustar la campaña que viene:
Jaldo se postuló para diputado, por el sistema D´Hondt quedó segundo en la
lista para noviembre. La tensión interna será un desafío a resolver.
El PRO, como ya
se dijo, se impuso a la Unión Cívica Radical (UCR) en las primarias más
relevantes que los enfrentaron: CABA y Buenos Aires. El radical Mario Negri
cayó ante Luis Juez en Córdoba. Aparte de buenos guarismos en las provincias
que gobierna (Mendoza, Jujuy y Corrientes) los boinas blancas quedaron
segundones de nuevo frente al envión de Larreta. Pueden festejar por la
coalición, ayer se achicaron sus perspectivas de liderarla.
El Frente de
Izquierda de los Trabajadores (FIT Unidad) cumplió buena performance en CABA y
Buenos Aires. Si las engrosara un poco en noviembre, con algo de viento a
favor, podría conseguir una banca de diputados por la Ciudad y hasta dos por la
provincia. Consiguió un resultado impactante en Jujuy; más del 23 por ciento de
los sufragios. Si se sostiene podría darle una banca de diputados por esa
provincia, en la que viene consolidándose. Es la tercera fuerza nacional, a
marcada distancia de las dominantes, pero parece haberse hecho un lugarcito en
medio de la polarización.
Milei cosechó más
de lo que seguramente esperaba, un porcentual llamativo en la CABA que a menudo
unge figuras... y que a veces las olvida. De cualquier manera, es un trago
amargo y un riesgo relativo para el sistema el éxito de una derecha tan desbocada.
Otras terceras
fuerzas flaquearon. Van dos ejemplos del mismo fenómeno, bien disímiles. El
exministro Florencio Randazzo quedó quinto en Buenos Aires. El cordobesismo del
gobernador Juan Schiaretti siguió muy lejos de JxC.
El oficialismo y
la coalición opositora eligieron tácticas idénticas: polarizar. En principio,
si ambos contendientes optan por lo mismo, por lo menos uno se equivoca. Hasta
ahora, se equivocó el Gobierno que se enfocó obsesivamente en Macri. Su
principal oposición se fortificó, se rehizo en el casi increíble lapso de solo
dos años después de haber devastado al país. Muchas personas de a pie se
embarcaron en la opción.
Alberto
Fernández, cerca de la medianoche, obró como debe hacer un jefe político en
derrota. Se puso al frente, dio la cara, reconoció que el resultado revela
errores, que algo debe corregirse, que la voz de la gente común tiene que ser
escuchada. Cuidó a sus candidatos a quienes ahorró el dolor de exponerse. Son
momentos tremendos de la política, el presidente se los puso al hombro. No es
bastante para revertir el resultado pero era lo debido.
Las elecciones,
como regla, las ganan o las pierden los gobiernos. Los oficialismos cuentan con
las realizaciones como recurso para legitimarse o como espada de Damocles. Sin
entrar en la disección de los candidatos o en la calidad de la campaña, la
magnitud de las cifras las trasciende. Un pronunciamiento tan extendido pone en
cuestión al elenco de Gobierno, a los funcionarios que no funcionan, a los
traspiés presidenciales en los meses recientes, a los resultados contra la
inflación. El pronunciamiento en las urnas exige rectificaciones, mejoras,
realizaciones, autocrítica en acción. El Gobierno debe relanzar la gestión para
mejorar la vida de los argentinos. Quizá, ojalá, eso le sirva para salir mejor
parado en las elecciones generales. En cualquier caso, es lo que precisan y
demandaron millones de ciudadanos que ayer participaron en paz y con respeto.
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