El programa televisivo sigue exponiendo xenofobia, homofobia y acoso sexual, entre otros aspectos repudiables.
Desde que empezó este siglo XXI, los reality shows se volvieron muy
populares en todo el mundo y ni hablemos de Argentina, donde proliferaron toda
clase de experimentos: Gran Hermano, Expedición Robinson, El Bar, Reality
reality, Popstar, La voz, Confianza ciega, Cuestión de peso, Master chef,
Bailando por un sueño, entre otros. A pesar de la diversidad de propuestas, el
interés del público, con el tiempo fue disminuyendo. Mientras la pica entre
ellos iba subiendo, hubo un intento de diferenciar entre los programas de
talentos de los de personas que no “hacen nada”, como el caso de Gran Hermano,
que no es casualidad que sea el único en el género que perduró a través de los
años. Hoy se emite por Telefé con altos puntos de rating.
Gran Hermano pasó por dos canales y diferentes conductores. ¿Quién no
recuerda hoy la histórica frase televisiva “Adelante, mis valientes”, que
repetía en cada gala Solita Silveyra, la única mujer y actriz en conducir el
ciclo?
A lo largo de los años, hubo muchísimas polémicas. Entre las cosas
repudiables que el ciclo sostiene están en el menú la postura light frente a la
gordofobia, a la homofobia, a la xenofobia, a la violencia verbal y el acoso
sexual. Moneda corriente en las diferentes galas. Si bien es un fenómeno
televisivo, fueron pocos los cambios que trajo, uno de los mejores, a mi
parecer, es el pulgar arriba para confirmar el consentimiento para tener
relaciones.
No nos olvidemos que ocurrieron varios escándalos sexuales y no solo en
Argentina. Alfa, participante de GH 2023, fue sancionado por haber acosado con
comentarios sexuales a Coty Romero. “No voy a permitir de ninguna manera que te
expreses en esos términos o mantengas ese tipo de conductas en mi casa”,
sentenciaba la voz en off del juego.
En Brasil, un incidente muy grave llevó a la expulsión de dos
participantes, el cantante Mc Guimê y el luchador Antonio Carlos Junior,
después de haber sido acusados de cometer el delito de acoso sexual contra la
influencer mexicana Dania Méndez. En Gran Hermano España, Carlota Prado
denunció a José María López por haber abusado sexualmente de ella dentro de la
casa. La fiscalía provincial pidió dos años y medio de prisión para José María
y una indemnización de 6.000 euros. Este episodio hizo que en la actualidad se
incorporara el gesto del pulgar arriba.
Por otra parte, si bien es cierto que Gran Hermano disparó la carrera de
varios participantes argentinos, lo cierto es que exponer la vida las 24 horas
del día por un premio económico o por alcanzar la tan deseada “fama” lleva a muchxs
a dar lágrimas, sudor y sangre en pos del show televisivo. La contracara es que
esta apuesta también ha destruido la vida de otros, según cuentan algunxs ex
hermanitos, como se llaman entre ellxs.
En la edición 2024, quien evidentemente viene haciendo todo por ganar
popularidad es la participante Juliana, conocida como Furia. Ella es una
entrenadora de crossfit que se volvió conocida por un juego muy violento que
causa fascinación entre lxs fanáticos del programa, o al menos eso parecen
indicar los altos márgenes de audiencia que maneja diariamente. El alto rating
parece estar sostenido por la televisación de esas violencias. Lo que muchos se
preguntan es hasta dónde llegará esta escalada. ¿Cuál es el límite? Sabemos que
la televisión está dispuesta a todo por unos puntos de rating y ya lo hemos
visto. Discusiones tenemos todxs y de eso no podemos asustarnos, pero ¿qué pasa
cuando las palabras dentro de la casa reproducen discursos de odio, xenofobia,
gordofobia, homofobia o violencia estética? Vale aclarar que Furia no es la
única participante en tener estos exabruptos, son varios quienes exponen
diariamente estas cuestiones.
Creo que frente a esto hay dos posturas posibles. O consideramos que un
reality solo refleja la realidad y que queda en manos del espectador juzgar qué
está bien y qué está mal o pensamos que el género no debería ser la excusa para
dejar pasar situaciones violentas y discriminatorias, porque sigue tratándose
de un programa de televisión que miran millones de personas.
¿Debe estar todo permitido en un reality? ¡No! Y lo demostró Gran Hermano
cuando Agustina hizo un chiste sobre el atentado a la AMIA y Santiago del Moro,
conductor del ciclo, tuvo que hacer una aclaración y le compartió un video para
concientizar sobre la gravedad de lo que había pasado aquel día.
Ante las críticas de los últimos días por la falta de freno frente a tanta
violencia, Santiago hizo un descargo haciendo hincapié en el rating y en cómo
otros programas se nutren de Gran Hermano. Según Del Moro, se trata de un
proyecto muy costoso, con turnos técnicos en rotación permanente. Recordó que
gracias a GH, se pueden financiar muchos otros y da trabajo a mucha gente. Sale
mucha plata, es cierto, pero también es evidente que recauda otra tanta.
En definitiva, la explicación que encontró para la crítica, fue la del
éxito. Gran Hermano mide 20 puntos, pero si hicieran 7 u 8 les reclamarían
estar haciendo poco. En esto último, tiene razón, pero lo que no me queda claro
a mí es ¿por qué este esquema de ser materia prima para otros programas les
debería coartar a estos la posibilidad de opinar con libertad?
Ojalá fuera solo un tema de rating. Creo que lo que ocurre es lo opuesto: a
mayor audiencia, mayor exigencia, porque un alto rating supone mayor
responsabilidad. No en términos de estar “educando” a la gente, ni siquiera
estaría de acuerdo con bajar línea. Pero la televisión siempre funcionó dentro
de algunos límites. ¿Por qué no ponerlos ahora y usar esta posibilidad para que
ganar el juego también implique saber moderar la propia violencia?
Nadie puede discutir el éxito de Gran Hermano ni que Santiago del Moro es uno de los mejores conductores de la televisión. Tampoco se cuestiona que es una fuente de trabajo para mucha gente. Sabemos también que la violencia se usa como entretenimiento. Nadie niega el éxito del programa y ¿quién modificaría algo que funciona súper bien? Solo creo que hay varios antecedentes que demuestran que a pesar del éxito, siempre hay cosas para mejorar. No sea cosa que la realidad supere a la ficción.
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