En miles de personas se cruzaron la alegría por el regreso de Lula, con el alivio por el fin de un ciclo que para una mayoría significaron una gran página negra.
Desde Brasilia
Lula da Silva
asumió este domingo 1 de enero como presidente de la República Federativa de
Brasil. Lo hizo desde la sede del Congreso Nacional en Brasilia, junto a
Gerardo Alckmin ahora vicepresidente. “Si estamos aquí es hoy es gracias a la
conciencia política de la sociedad brasileña y al frente democrático que
formamos a lo largo de esta histórica campaña electoral. Fue la democracia la
gran victoriosa en esta elección”, dijo al iniciar el discurso de inicio de su
tercer mandato presidencial, exactamente 20 años después del primero, ante la
presencia de 19 mandatarios internacionales y delegaciones de más de 60 países.
Recorrido
Lula llegó hasta
la sede legislativa en el Rolls Royce descapotable, algo sobre lo cual se había
mantenido una incógnita hasta último momento producto de las amenazas ocurridas
en días anteriores en la capital del país. Su recorrido en auto bajo el sol
tropical de Brasilia disipó las últimas tensiones de una transición difícil,
marcada por incidentes protagonizados por bolsonaristas y la partida de Jair
Bolsonaro a Estados Unidos el viernes. Las palabras de Lula sobre el presidente
saliente recluido en Orlando fueron contundentes: lo señaló de haber llevado
adelante un “proyecto autoritario de poder”, de “destrucción nacional”, “inspirado
en el fascismo”.
La ausencia de
Bolsonaro significó durante días la pregunta de quién le entregaría la banda
presidencial, en vista de que el vicepresidente saliente Hamilton Mourao, ya
había anunciado que tampoco lo haría. La respuesta llegó cuando Lula finalmente
caminó por la rampla del Palacio del Planalto: la cinta verde y amarilla fue
colocada por Aline Souza, una mujer negra de 33 años, cartonera, madre, que
subió junto a una delegación de varias personas, como el cacique Raoni
Metuktire y un joven obrero metalúrgico, en representación de la diversidad del
pueblo brasileño. Lula recibió la banda emocionado, como durante varios
momentos de la tarde.
“Mi gratitud a
ustedes, que enfrentaron la violencia política antes, durante y después de la campaña
electoral, que ocuparon las redes sociales, tomaron las calles bajo sol y
lluvia para conquistar el único y precioso voto, que tuvieron la valentía de
vestir nuestra camisa, y al mismo tiempo agitar la bandera Brasil cuando una
minoría violenta y anti-democrática intentaba censurar nuestros colores y
apropiarse del verde-amarillo que pertenece a todo el pueblo brasileño”, afirmó
Lula al iniciar su discurso desde el Planalto ante las miles de personas
reunidas.
Una multitud
Se sabía que el
respaldo en las inmensas avenidas de Brasilia sería grande en vista de la
expectativa por el regreso de Lula, traducida en la movilización de personas
venidas de todo el país. Pudieron verse banderas de sindicatos, movimientos
campesinos, urbanos, partidos de izquierda, progresistas, pueblos indígenas,
afrobrasileños, diversidades sexuales, académicos, religiosos, clases medias,
familias, mucha juventud y mujeres. Las calles dieron cuenta de la gran
cantidad de sectores sociales que fueron parte de la campaña por el nuevo
gobierno del líder del Partido de los Trabajadores (PT).
“El ex
presidente estaba quitando todos los derechos de los trabajadores, y la
propuesta del nuevo presidente es de mejora principalmente para las clases más
bajas, quiere que los trabajadores tengan oportunidad de mejorar, el anterior
gobernaba para los empresarios, quería acabar con las universidades públicas,
su propuesta era privatizar todo”, expresó, por ejemplo, Odir Nasimento, venido
desde el estado del nordeste de Pará, parte de la movilización con más de
300.000 personas al ritmo de percusiones, bailes y un festival de música
durante la tarde y noche.
Cada uno de los
sectores movilizados en Brasilia fue atacado alguna vez por Bolsonaro. Por eso
en las decenas de miles de personas se cruzaron tanto la alegría por el regreso
de Lula, como el alivio por el fin de cuatro años que para una mayoría
significaron una gran página negra. Seis años en realidad, si se toma como
punto de inicio de la crisis democrática del país el impeachment contra Dilma
Rousseff, quien fue ovacionada en el Congreso Nacional al ser nombrada por
Lula. Brasil. El legado de los años bolsonaristas fue graficado por Lula como
“ruinas terribles”.
La
reconstrucción
“El diagnóstico
que recibimos es aterrador, vaciaron los recursos de la salud, desmantelaron la
educación, la cultura, la ciencia y tecnología, destruyeron la protección del
medio ambiente, no dejaron recursos para merienda escolar, vacunas, seguridad
pública, protección a las selvas y la asistencia social, desorganizaron la
gobernabilidad de la economía, del financiamiento público, el apoyo a las
empresas, a los emprendedores y al comercio externo, dilapidaron a las
estatales y bancos públicos, entregaron el patrimonio nacional, los recursos
del país fueron hechos rapiña”, afirmó Lula.
El presidente se
refirió a algunos de los números más expresivos del Brasil actual, como las 33
millones de personas con hambre, para las cuales se implementará un nuevo
programa de ayuda Bolsa Familiar: “no sería justo ni correcto pedir paciencia a
quien tiene hambre, ninguna nación se levantó y podrá erguirse sobre la miseria
de su pueblo”. Al frente directo de esa política estará Wellington Dias, del
PT, nordestino, a cargo del ministerio de Desarrollo Social, dentro de la estrategia
económica que será llevada adelante por Fernando Haddad, también del corazón
partidario, desde el ministerio de Hacienda.
Lula anunció que
algunos de los puntos que comenzará a implementar desde la hora cero: “hoy
mismo estoy firmando medidas para reorganizar las estructuras del poder
ejecutivo, de modo que vuelva a permitir el funcionamiento del gobierno de
manera racional, republicana y democrática, para rescatar el papel de las
instituciones del Estado, bancos públicos y empresas estatales en el desarrollo
del país, para planificar la inversión pública en la dirección de un
crecimiento económico sostenible ambientalmente y socialmente”. En ese mapa
señaló el “papel fundamental” que tendrá la empresa petrolera estatal Petrobras
-cuya privatización había anunciado Bolsonaro- y el Banco Nacional de
Desarrollo Económico y Social.
La tarea de
reconstrucción económica estará acompañada por otra también central: la
democrática. Lula anunció por ejemplo que “a partir de hoy la ley de acceso a
la información volverá a ser cumplida, el portal de la transparencia volverá a
cumplir su qué hacer, los controles republicanos volverán a ser ejercidos”. El
nuevo presidente agradeció a su vez al Tribunal Superior Electoral, ovacionado
también en el Congreso Nacional, que cumplió un rol clave ante los
cuestionamientos de Bolsonaro al sistema electoral.
La lista de objetivos enunciada por el presidente es grande. Uno de ellos será convertir a Brasil en una “gran potencia ambiental” y llegar a la deforestación cero de la Amazonia. Las acciones para cada uno de ellos no se harán esperar según explicó Lula, ahora al frente de su tercer mandato, con un gobierno de coalición y una inmensa expectativa social en un país que retrocedió durante los últimos años. Comienza una nueva página en Brasil con el regreso veinte años después de Lula al Planalto.
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