Caputo le prometió a Milei desinflación pero terminó abriendo importaciones y rogando a empresas que bajen precios. El miedo al IPC de marzo y el enigma del dólar.
Algo más de dos meses fueron suficientes para que la teoría del libre
mercado que abonó el gobierno de Javier Milei cayera derrotada a manos de las
empresas productoras de alimentos y bebidas. El sacudón de precios que se
generó en toda la economía por la liberación, lejos de redundar en libre
competencia con valores a la baja, disparó los precios de regulados y canasta
básica y obligó al gobierno a entregar las armas. En las últimas horas, el
vocero presidencial, Manuel Adorni, confirmó la decisión de Milei de abrir las
importaciones de alimentos y medicamentos para intentar una baja en los
precios. Horas antes, el ministro de Economía, Luis Caputo, les había rogado a
los grandes supermercados y las empresas fabricantes dejar de subir los
precios. Todo esto, porque hay una serie preocupación en el Gobierno por el
dato de inflación de marzo, que será muy fuerte. Más allá del 13,2 por ciento
que dio a conocer el INDEC para febrero, logrado a base de recesión, dólar
pisado y que el presidente consideró "un numerazo", la perspectiva de
corto plazo es la contraria. Según supo Página I12 de fuentes oficiales, si se
sostiene a este ritmo, la inflación de alimentos de marzo tendrá 15 puntos como
base (la consultora LCG midió subas muy fuertes en las primera semanas del mes)
y la general volverá a estar por encima del 20 por ciento.
La capitulación del Gobierno respecto a los precios libres no sólo es un
golpe de nocaut a la concepción mileísta de una inflación solo explicable desde
lo monetario; sino también es una situación que desató tensiones políticas
internas que en la pública se busca disimular entre el Presidente y los
encargados de áreas económicas. En el eje quedó el propio Caputo, quien le
prometió a Milei 10 puntos de IPC en febrero y un digito en marzo. El tercer
efecto es que la decisión de abrir importaciones le pega en la base de
flotación a las empresas nacionales, sobre todo pymes, que quedarán con un
precio menos competitivo y costos más altos, en un mercado inundado de
importados.
Alguien que conoce bien la industria comentó a este diario, con algo de
sorna, que "habrá que ver cómo reaccionan la Unión Industrial y
Copal". La UIA y la cámara de productores de alimentos venían jugando muy
fuerte bancando el ajuste del Gobierno y ahora deberán reaccionar ante lo que
será un impacto importante en la caída de actividad y el empleo.
La decisión de abrir se tomó luego de que Caputo le contara al Presidente
que las firmas nucleadas en la Copal, durante la reunión que mantuvieron la
semana pasada, no le dieron certezas de que pudieran ir a una baja de precios.
Horas después, cuando Caputo se vio con los grandes supermercados, le aclararon
que los que forman el precio son los proveedores. Tampoco se comprometieron
mucho y "Toto" llegó con las manos vacías a explicarle a Milei por
qué marzo mostrará números muy malos. Si bien ninguno de los dos es experto en
economía doméstica, la de la diaria, ni en consumo, Milei y Caputo echaron mano
a metralla ya utilizada y que poco tiene que ver con el libre mercado: el ex
ministro Sergio Massa, cuando se disparó el precio del azúcar, amenazó con
abrir las importaciones. Y Mauricio Macri hizo lo propio con la industria
farmacéutica deslizando la posibilida de traer remedios de La India. Lo de
convocar a los empresarios para acordar, de hecho, fue una metodología que
inició el ex secretario Guillermo Moreno, con la "escuelita" de los
viernes. En todos los casos, la lógica era la desesperación por precios que se
van y que manejan las empresas. Milei cayó en la misma trampa, con una
diferencia: fue su Gobierno el que liberó todos los precios de la economía,
seguro de que competirían.
Golpe a la industria y guiño a Farmacity
El detalle de la medida del Gobierno pasa por la modificación de plazos
para la importación, dado que hoy la compra externa está abierta. Así, el BCRA
reducirá el plazo de pago de importaciones de alimentos, bebidas y productos de
limpieza, cuidado e higiene personal, que pasarán de un esquema de pago en 4
cuotas a los 30, 60, 90 y 120 días a un plazo de pago en una sola cuota a los
30 días. Asimismo, se determinó suspender, por el plazo de 120 días, el cobro
de la percepción de IVA adicional e impuesto a las ganancias a las
importaciones de estos productos y de los medicamentos. "Entre los
principales productos beneficiados se encuentran: banana, papas, carne de cerdo,
café, atún, productos de cacao, insecticidas, shampoos, pañales, entre muchos
otros productos", explicó un comunicado de Hacienda.
Hay aquí tres problemas: el primero, que el Gobierno no tiene dólares ni
para pagar el ritmo actual de importaciones. El segundo es que el Gobierno
quiere que importen los distribuidores y mayoristas, para que eso quiebre el
piso de precios en los barrios. El asunto es que la generación de nuevos
proveedores puede tardar, mínimo, dos meses, y deben ser proveedores
limítrofes. Ergo, con esta medida el Gobierno no verá ni por asomo un efecto
inmediato. Los grandes supermercados ya importan, allí sí podría verse una
modificación. Y el tercero es que las importaciones de los productos que
menciona el Gobierno ya están abierta y se hacen; y para tocar aranceles hay
que tratar el tema en el Mercosur.
Con el tema remedios, en tanto, pasó algo curioso. Hay una relación tan
estrecha del Gobierno con Farmacity, que la decisión de sumarlos es
considerada, por los que siguen el tema, como un favor a esa firma. Eso
conecta, por ejemplo, con la movida que hizo Caputo para mostrar que en la
cadena había promos que develaban precios a la baja. Farmacity es del grupo
Pegasus, de donde salió Mario Quintana, ex funcionario del gobierno de Macri y
personaje muy cercano a Caputo. Ambos se conocen de esa gestión.
"Me van a cagar"
Cuentan los laderos de Milei que Caputo le dijo al presidente que las
alimenticias "me van a cagar". El ministro les creyó más a los
supermercados que a las firmas que lo visitaron, entre ellas Arcor, Coca Cola y
Unilever. De allí que la medida les pegue directamente a la industrias y nada a
los supermercados. Caputo sabe que, en el corto plazo, alguien tendrá que pagar
el costo político del rebrote inflacionario, y que él se lleva todos los
números. Además, el ministro es muy cuestionado por la licuación de ingresos.
"Se le fue la mano", contó a este diario un funcionario libertario.
Es que el combo es mortal: precios libres, con las empresas marcando el ritmo y
los sueldos derrumbados.
A decir verdad, algo de razón tiene Caputo de enojarse por los niveles de
especulación, como les pasó a los otros gobiernos. Dos datos: en los últimos 14
meses, la mexicana Bimbo, dueña de Fargo y titular del 80 por ciento de la
góndola de panificados, aumentó sus precios un 1400 por ciento. En ese mismo
período, Arcor los subió 1000 por ciento.
En la última reunión con fabricantes, Caputo les dijo que estaba preocupado
porque, en dólares, los precios de alimentos y bebidas son más caros que en las
ciudades más caras del mundo. La teoría del ministro es que las empresas están
seguras de que va a devaluar de nuevo, y que por eso aumentan por las dudas. Él
lo niega, pero la realidad no parece hacerle un guiño. Con estos niveles de
inflación y el dólar planchado, la devaluación es inminente. Por eso, las
empresas no le creen al ministro y los agroexportadores no liquidan.
(Pagina 12)